Datos para una historia de la Hacienda la "Pila"

La hacienda La Pila tiene un antecedente que se remonta desde la época prehispánica, relacionado a sus copiosos manantiales que existían en estos lugares, conocidos como ojos de agua. Las dos poblaciones cercanas a la hacienda San Buenaventura y San Antonio Buenavista, registran la existencia de abundante agua en esta zona; por ejemplo la población de San Buenaventura, fundada por la cultura matlatzinca, fue nombrada Tulitic (en náhuatl tullin significa Tule, planta que crece en los lugares donde abunda el agua) y bajo la dominación azteca se conoció como Huexopan, palabra compuesta por la raíz huexotl, “árbol que crece en los lugares húmedos o a las orillas de las lagunas”, y la terminación apan, que significa “lugar o laguna” por lo que significa “lugar del agua de los huejotes” (Zamudio,1989:5). Estas acepciones refuerzan la naturaleza lacustre de esta zona como también las posteriores referencias al uso de los manantiales.
En la época precortesiana, los matlatzincas denominaron a la región Huajuapan; hacia 1782 la hacienda llevó el nombre de San José de La Pila, la cual tuvo una relación estrecha con el convento de la orden de los Franciscanos, fundado hacia mediados del siglo XVI, por que según registros esta hacienda surtió a este convento y ciudad de Toluca del preciado líquido, pero debido a los constantes juicios que éstos tuvieron con los particulares, relacionados con las propiedades (tierras y aguas) de los mismos, la hacienda empieza a ser motivo de compra y venta.
Para 1791 en un documento que se denomina Padrón General de familias españolas, castizas y mestizas existente en la jurisdicción de Toluca, aparece como propietario de este inmueble Don José Ventura García Figueroa. En el año de 1812 fungiría como propietario de ésta el señor José María González Arratia, quien la conservaría por espacio de ocho años.
Posteriormente en 1820, la vende al Sr. Juan Bascón. Para 1846, Don Francisco Hinojosa de González sería el nuevo propietario. En la Memoria de Gobierno del cuatrienio 1889-1893 del General José Vicente Villada aparece como propietaria la Señora Doña Carlota Hinojosa, quien al haber quedado viuda y sin descendencia hereda la propiedad a su sobrina Enriqueta Solares que en 1912 fallece y entonces la hacienda pasa a manos de su esposo Laureano Negrete, el cual la conservará hasta el año de 1918, porque a partir de este momento el señor Laureano Negrete divide el predio y vende una fracción a la señora Soledad González Viuda de García.
En 1921, la otra fracción es adquirida por el Lic. Manuel Sainz. Su esposa, la señora Luz L. Viuda de Sainz terminará comprando la otra fracción a Soledad González, para de esta manera unificar nuevamente el terreno en uno solo. La extensión que adquirió la señora Luz L. Viuda de Sainz, tenía una superficie de 97 hectáreas y la otra parte comprendía una área de 83 hectáreas, 38 áreas, 40 centiáreas, propiedad de su esposo el Lic. Manuel Sainz Larrañaga.
Tiempo después Don Antonio Mañón Suárez aparece como propietario de la finca, y en 1951 solicita una declaratoria de inafectabilidad, la cual le es otorgada el 17 de septiembre de 1952; en ella se declara inafectable el predio rústico denominado “San José de la Pila”, cuya superficie es de 180 hectáreas, 11 áreas, 36 centiáreas, de las que 55 áreas son de riego, ocupadas por huerta, 147 hectáreas, 40 áreas, 11 centiáreas de temporal, 25 hectáreas, 32 áreas, 50 centiáreas de agostadero de buena calidad, 2 hectáreas, 32 áreas, 50 centiáreas ocupadas por casco y construcciones y 4 hectáreas, 51 áreas, 25 centiáreas por bordos equivalentes a 80 hectáreas, 58 áreas, 18 centiáreas de riego teórico.
A fines de 1976 fueron adquiridas sus 180 hectáreas, 11 áreas, 36 centiáreas por parte del Gobierno del Estado de México con un costo de 12.8 millones de pesos para formar parte del patrimonio de los mexiquenses. El objetivo de su compra tuvo en un primer momento el establecimiento de la “Empresa Agrícola La Pila”, que fue administrada por la Coordinación de Agricultura y Ganadería del Estado de México, con el fin de capacitar a los campesinos del mismo Estado en el aspecto agrícola y ganadero, de esta manera, la superficie agrícola con que contaba fue destinada para la siembra de alfalfa, maíz y avena, como también para la cría y comercialización de bovinos y ovinos.
En esta misma década, se inició la construcción de la obra conocida como planetario, y que por diversas circunstancias técnicas no funcionó como tal, sino hasta 1987 que se le dio un nuevo uso.
Para la década de los ochenta, con una inversión de 35 millones de pesos y tras la realización de trabajos de construcción, adecuación, remodelación y rehabilitación, contando también con el apoyo del Grupo G.D.U. de los arquitectos Mario Schjetnan Garduño y José Luis Pérez Maldonado, la participación, consejos y experiencia de artistas como Luis Nishizawa y los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Andrés Giovanni García, y teniendo como sustento una política de identidad estatal firmemente desplegada, basada en el objetivo de democratizar las oportunidades de acceso a la cultura, se inauguraría el 27 de abril de 1987, la obra cultural más importante del Estado de México, el Centro Cultural Mexiquense; ésta marcaría la pauta a seguir en la arquitectura de grandes conjuntos dedicados a actividades múltiples, donde el paisaje se integra de manera muy eficaz.

Para el evento de inauguración se contó con la presencia del presidente de la República Lic. Miguel de la Madrid Hurtado, el gobernador del Estado de México, Lic. Alfredo Baranda y el Secretario de Educación, Cultura y Bienestar Social, Lic. Emilio Chuayffet Chemor.

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