Fouché o el perfil maquiavélico de un político



a biografía, como género literario, requiere para su total maestría por parte del biógrafo, paciencia para recabar, seleccionar y ordenar la información; talento para mostrar el retrato físico y psicológico del personaje elegido; y conocimiento exacto del tiempo histórico en que se desenvuelve su actuación.
Todas estas características las logra Stefan Zweig al presentarnos la vida de José Fouché, un hombre que vive y participa de manera singular en los hechos que preceden, realizan y culmina la Revolución Francesa.
Dice Zweig: “En la vida real verdadera en el radio de acción de la política determinan rara vez las figuras superiores, los hombres de puras ideas; la verdadera eficacia está en manos de otros hombres inferiores, aunque más hábiles: en las figuras de segundo término.”
La Historia no es precisamente un código de moral: Nerón, Caifás, Calígula, son algunos nombres que aun horrorizan por sus acciones; pero la maldad y la bondad corren de la mano en el río del tiempo, se quiera o no se quiera.
La vida de José Fouché que se desarrolla en seis décadas que van de 1759 a 1820 es una aportación, gracias a la pluma radiográfica de Stefan Zweig, a la tipología del hombre político, casta peligrosa, audaz, enigmática, contradictoria… pero necesaria; cuya exploración pocos se han atrevido a realizarla. Maquiavelo pudo hacerlo en su momento con su monumental obra El Príncipe, y José Fouché se convirtió en alumno avanzado del italiano Florentino: trasladó la teoría de su maestro a la práctica.
Nueve capítulos dan cuenta de la vida del hombre que sobrevive a Luis XVI y a Robespierre; que presiente el advenimiento de Napoleón y lo acompaña en su ascenso al poder, permanencia en él y caída política; que pone en el trono a Luis XVIII, cuando él. Fouché, condena años atrás la monarquía y ordena la ejecución, ¡oh paradoja!, de Luis XVI.
Como un camaleón que cambia de color según el ambiente físico en el que se encuentra, así cambia Fouché de credo político pues no conoce más que un partido: el del más fuerte, el de la mayoría. Difícil es entender la actuación histórica de Robespierre y Napoleón sin Fouché: se le teme, se le odia, pero se le necesita. Al leer la biografía se sabe por qué.
Hay dos artes que sabe hacer muy bien Fouché: la primera, callar y la segunda, ocultar la vida privada y el sentimiento personal. Aguantar la reprimenda, el insulto y sobre todo tener paciencia para esperar el triunfo, son lecciones fundamentales para el aspirante a político que logre en estos tiempos actuar como un Fouché; así puede permanecer en el poder veladamente, aunque otros a los que apoya, ansiosos de las luces de los reflectores, cometan un error y caigan inevitablemente…
Hay otra enseñanza que deja Fouché para el político y para la Historia: el manejo de las más peligrosas de las armas: la información; más peligrosa que la guillotina misma. Alrededor de veinte años, con breves “destierros” políticos, ejercerá el biografiado el cargo de Ministro de Policía, ya sea para la República, el Imperio o el Reino; de cómo se maneja en este puesto, y utiliza la información y el espionaje para su personal beneficio se conoce a lo largo de la narración.
Después de esta lectura, queda claro el juego de intrigas subterráneas que mueven los hilos de la política y del hombre que se dedica a la política: ya sea colocando en el escenario de cara al público; ya sea tras bambalinas dirigiendo luces, escenografía, actores, coreografías… Fouché vive en el espíritu de cada época y de cada país como México (especialmente en este naciente siglo XXI)… Muchos políticos pueden encajar en este personaje, queda a cada lector descubrirlos…

Stefan Zweig. Fouché en Obras completas (volumen III) Biografías.
Barcelona, Editorial Juventud, 1953. 1369 pp.
(La biografía comentada va de la p. 555 a la 772).


Nota: esta obra se encuentra en el acervo del Fondo Reservado Bibliográfico de la Biblioteca Pública Central del Estado de México, pero hay otras ediciones con la sola biografía de Fouché.

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