Lo que era Toluca antes de la Federación y lo que es hoy

Vamos a ver si podemos probar en pocos renglones esta proposición:
En Toluca no hay, ni es posible que haya reaccionarios de buena fe, porque si los hubiera, sería necesario concluir con que eran unos solemnes necios.
Si no quieren quedar en este concepto, podemos reformar la proposición en estos términos:
Los conservadores de Toluca son personas de mucho talento, y por consecuencia precisa son unos bribones.
O más claro:
Los hechos palpables están demostrando las inmensas ventajas que Toluca ha adquirido en las épocas de la federación; y no obstante que ellas están a la vista, hay gentos que no las conocen y que no las aprecian: luego son unos bárbaros.
De la otra manera:
Hay gentes en Toluca (y esto en concebible) que están palpando las inmensas ventajas que esta población ha tenido bajo el sistema federal; que se ven precisados a confesarlo por que estas ventajas están de bulto: que palpan igualmente los efectos del funesto partido del retroceso, y que no obstante trabajan a favor de éste, procurando la destrucción del que engrandece su país; luego son unos malvados.
Confesamos que en esto no encontramos medio.
Para probar nuestro acierto, no queremos pasearnos por toda la República, ni aun por el Estado de México.
Hemos hablado simplemente de los reaccionarios de Toluca, y por eso no queremos salir de las goteras de la ciudad.

Si dirigimos una mirada retrospectiva hacia el año de 1830, preguntaremos ¿cuál era entonces el aspecto de esa ciudad?
Veíase una plaza de armas desempedrada y sin ningún adorno. Lo que es hoy la del mercado, no era mas que la continuación de un vasto cementerio de la capacidad de cuatro fanegas de maíz de sembradura, con sus correspondientes magueyes, barranquillas y sótanos.
La penitenciaría llamada hoy impropiamente Acordada era la lúbrega ruina de un antiguo monasterio, destinado a encerrar a esas pobres mujeres que van a él o por ostentación de virtud, o por fanatismo, o por despecho, o por compromiso, o por conveniencia; pero que por fortuna el recinto de que hablamos, jamás llegó a estar habitado por una de esas tontas o de esas víctimas.
No había alumbrado público. Los vecinos se retiraban a sus casas a la caída del sol, como los mochuelos a sus olivos; y el que tenía que salir de noche de su casa, se veía precisado a valerse del farolito de mano, o de la tea o hacha de lazo y pez, para evitar a cada momento el dar un traspiés, o hundirse en un pequeño hoyo que pudiera haber servido cómodamente de sepultura.
Las calles (aun las principales) estaban sin banquetas, sin empedrados, y en tal estado de desaseo y abandono, que no había diferencia entre ellas y los muladares.
Horrible era la apariencia exterior de las casas techadas en gran parte de tejamanil, de zacate o de teja, con el derrame a la calle, lo que proporcionaba al transeúnte un prolongado aguacero, por una por dos horas después que las nubes habían enviado su socorro.
La sucia y repugnante barda de la huerta de San Francisco ocupaba el lugar en que hoy están los portales, y a la sombra de ella se cometían actos de la mas espantosa inmoralidad.
Los cerdos, los asnos, los carneros y las aves domésticas paseaban libremente por las calles y plazas, mezclándose indistintamente con los transeúntes, y a fe que nunca ha tenido Toluca ocasión mas propia para exclamar: ¿Viva la igualdad!
Los vecinos pobres aprovechaban la oscuridad de la noche para salir al medio de la calle a aliviar los estómagos, al frente de sus propias habitaciones; al siguiente día contemplaban sus obras, y no hemos oído decir que ninguno se hubiera espantado de ellas; entre tanto los transeúntes aspiraban los deliciosos aromas de aquellos claveles, narcisos y jeranios.
Nosotros hemos alcanzado a ver esta ciudad en el año de 1835; y aunque ya distaba mucho entonces de presentar el triste aspecto que hemos bosquejado, todavía alcanzamos el vasto cementerio; parte de la barda de la huerta, por no haber entonces mas que medio portal de cada lado; la ruina de monasterio, de la que existe una parte; el desadorno de la plaza; los faroles del alumbrado público en menor número que hoy; algunas calles (aunque no centrales) desaseadas; algo de mezcla entre seres racionales e irracionales, y algo también de las plantas aromáticas en algunas calles.

El sistema Federal trajo a esta ciudad a los poderes del Estado, y he aquí verificada la metamorfosis de ellas.

Hoy, merced a ese sistema, vemos ese lóbrego cementerio, convertido en una bonita plaza del mercado, en donde comerciantes y consumidores hacen cómodamente su tráfico, libres de los ardores del sol y de la incómoda lluvia y si tuviéramos genio poético, arrojaríamos algunas flores diciendo: y donde las bellas ostentas sus gracias, medio veladas por los cestos en que brilla el oro de la naranja, el rubí de la cordelina, la esmeralda y la púrpura de la manzana etc, etc.
Vemos la inculta huerta con su horrible barda, convertida en dos series de habitaciones, más o menos cómodas y decentes, con entradas por dos portales espaciosos, que a tener el adorno de los de México, serían superiores a aquellos.
Vemos la ruina de lo que debió ser convento de ilusas o de desgraciadas, convertida una parte, en una casa de corrección y aseguramiento de aquellos que han tenido la desdicha de ofender a la sociedad, y la otra parte en un plantel de educación secundaria, en que se han enseñado las artes y las ciencias y del que han salido muchos jóvenes, que están llamados a ocupar los asientos que hoy ocupan los gobernantes, los magistrados, los legisladores, etc.
Vemos en el centro de la plaza el monumento que inmortaliza la época gloriosa de nuestra emancipación política; y aunque estamos muy lejos de elogiar la ridícula posición en que se ha colocado la estatua que se dice ser el retrato del héroe de Dolores, no debemos observar en ese monumento la obra de arte, sino lo que representa.
Vemos aumentado el alumbrado y disminuido en gran parte el número de los tejados de tejamanil y zacate, que no quedan ya mas que en los suburbios y algunos en los callejones.
Vemos disminuido el número de las plantas aromáticas, aunque permanecen algunos jardines, como el de Navarrete.
Vemos también disminuida la familiaridad que existía entre los racionales y los irracionales, lo que no deja de ser algún inconveniente, especialmente para aquellos poco republicanos, que llevan apretada aquella máxima anti evangélica, de: aunque todos somos de un mismo barro etc....
Vemos un hospital servido por la filantropía de las hermanas llamadas de la caridad, pues aunque respecto de esa institución haya su crítica, fundada en algún abuso, o tal vez infundada, lo cierto es que, a lo menos, de las señoras que han servido el hospital hasta hoy ninguna persona que sepamos se ha permitido contar cosas que las ofenda y sí que las honre.
Y por si alguno dijiere que las hermanas de la caridad han venido aquí en el tiempo de la reacción, les recordaremos que el gobierno reaccionario no ha hecho más que recibirlas y establecerlas en el hospital; pero que el proyecto y la obra material han sido del tiempo filantrópico C. Mariano Riva Palacio, que lo llevó alcabo, hasta conducir personalmente a esas señoras a esta ciudad.
Vemos la mayor parte de las calles y callejones empedrados y con sus banquetas, así como la plaza de armas, la cual está alumbrada por cuatro farolas y dos faroles con aparatos de gas, sin perjuicio de otros de aceite.
Vemos una alameda susceptible de muchas mejoras, que formen de ella un paseo agradable de cuyas mejoras (entre paréntesis) creemos que debieran encargarse algunas comisiones de señoras liberales y amantes del progreso.
Vemos un teatro bastante bueno, y proporcionado para una población como esta.
Vemos aumentado el comercio y la industria, y si hay quien se queje hoy de la decadencia en que se hallan todas las clases de la sociedad, no debe culparse al sistema sino a los sistemados, y pruébalo el que bajo el mismo sistema, ha disfrutado Toluca algunas épocas de felicidad...
Vemos, en fin, aumentada considerablemente la civilización, porque aun cuando este vecindario haya tenido siempre suficiente para ocupar lugar en la sociedad, no puede negarse que más se ilustra el que más roce tiene con personas de todos de todos los países y de todas las creencias.
Todo esto ha conseguido esta población bajo el sistema federal, cuyos hechos son palpables; y si todavía hay algún preocupado que resista a esta evidencia, le vamos a probar nuestro dicho con ejemplos palpitantes.
¿No es verdad que en el año de 1837, época primera de la centralización del poder, elevó el vecindario de Toluca al supremo gobierno de la nación, repetidas y bien fundadas peticiones, para que los supremos poderes del Estado no se separacen de esta población?
¿No es cierto que por no haberse accedido a esta solicitud decayó casi en su totalidad el comercio de esta ciudad?
¿No es cierto que padeció extraordinariamente la agricultura? ¿qué se vieron abatidas las industrias artísticas y manufacturera? ¿qué solamente estaban alquiladas algunas casas del centro por una renta insignificante, y que las demás se daban de valde, solamente por el interés de que hubiera quien las cuidase?
¿No es verdad que en Agosto de 1846, restablecido el sistema federal, elevó este vecindario nuevos ocursos, y solicitó la interposición de personas influyentes para que volviese Toluca a ser la capital del Estado de México?
¿No es verdad que merced a la vuelta de los supremos poderes del Estado, volvió esta ciudad a su engrandecimiento, y que de aquella época le debe a la federación la mayor parte las mejoras que dejamos mencionadas?
¿No es cierto que solamente porque hace un año se vertió la especie de que el C. Gobernador Manuel Fernando Soto quería trasladar la capital del Estado a Tulancingo, se vieron en esta ciudad más de cuatro caras largas?
Pues si todo lo que hemos relatado es en el Evangelio político, cuyas verdades están de bulto, ¿por qué, señores reaccionarios, no tenéis la suficiente imparcialidad para confesar de buena fe que os habéis equivocado? ¿por qué hacerle la más encarnizada guerra al sistema que os; hay engrandecido?
¿Qué haríais si el gobierno del Estado en castigo de vuestros pecados políticos, se fuese con su música a otra parte? ¿Diréis que estarías más contentos? ¡Bah! Perdonadnos pero no lo creemos.
Formemos ahora algunas comparaciones.
Ya sabemos que toda comparación es odiosa pero ¡cómo ha de ser! Nosotros nos vemos en el caso de aglomerar pruebas en apoyo de nuestra intención.
Preguntamos:
¿Qué hemos visto en esta ciudad en la nefanda época de la reacción?
Hemos visto en un estado de moribundo el establecimiento llamado el Instituto Literario, del que han salido tantos jóvenes aprovechados; hemos visto suprimidas algunas de sus clases, porque se han creído innecesarias.
Hemos visto al frente de ese establecimiento, en calidad de Director aun clérigo estúpido, que ha arrojado el común del colegio más de trescientos ejemplares de obras insignes de literatura, de poesía, de historia, de ciencias, etc. Diciendo que las eliminaba porque eran heréticas.
Hemos visto a ese hombre semi-salvaje suprimir la cátedra de gimnástica, dando por razón que los alumnos no han de ser cirqueros, y que si corrían el peligro de volverse salteadores.
Hemos visto el alumbrado público parecido al juego de la Oca, uno, dos, tres, cuatro, cinco y vuelta, porque de cada cuatro o cinco faroles se encendía uno, que no servía mas que para hacer más palpables las tinieblas, y esto porque aquel honrado gobierno había ocupado los fondos del Ayuntamiento, al que dejaba solamente diez pesos diarios para alumbrado, alimentos de presos, sueldos de dependientes, etc.
Hemos visto recogido el pan de las panaderías, y multados los panaderos, porque en beneficio del público daba más onzas que en una negociación a la que era preciso favorecer....
Hemos visto cobra a los pasajeros de la diligencia cuatro reales por barba, y nosotros los hemos pagado, dizque para pagar una escolta que los defendiese en el camino, y hemos visto que la diligencia llegaba hecha una viva imagen del paraíso, y aun más bonita, porque allá, según dice ese señor que se llama el Génesis, no había más que un Adán y una Eva, lo que no dejaba de ser una mezquindad.
Es verdad que ahora también, merced al cuidado que se ha tenido del camino, vemos los más días la reproducción del paraíso; pero hoy se camina con la ciencia cierta de que el pasajero ha de ser robado, y entonces se caminaba bajo la garantía que se compraba mediante los susodichos cuatro reales.
Hemos visto a aquel inmaculado gobierno echarse hasta sobre los fondos del hospital de San Juan de Dios, en términos de que el 19 de Agosto de 1860 en que se separó de esta plaza por la aproximación de las fuerzas liberales, eran ya las doce del día, y no se habían desayunado los enfermos ni los dependientes.
Hemos visto ... ¿pero para que cansarnos, cuando los hechos han hablado más alto que las palabras?
Una vez por todas nos sujetamos a estas sencillas preguntas:
¿Qué debe Toluca a la reacción?
Su destrucción o su atraso.
¿Qué debe al sistema federal?
LO QUE NO ERA Y AHORA ES.
Reasumamos:
Nada ha hecho la reacción en Toluca, que no haya sido para su ruina.
Nada ha hecho la federación que no haya sido para su adelanto.
No hay población en el Estado de México que haya recibido los beneficios que Toluca.
Y por eso, aunque no fuese más que por conveniencia, creemos que no debería haber población más enemiga de la reacción.
He aquí porque creer que en Toluca haya reaccionarios, sino bajo las condiciones que hemos asentado al principio, pues para esto basta considerar solamente lo que era Toluca antes de la federación y lo que es hoy.

Fernando García Caballero.

Tomado de:
La Unión. Periódico de Noticias y Variedades.
Núm. 53, Toluca, miércoles 12 de marzo de 1862, Tomo I.




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